¿Por Qué Dios Mató Al Bebé De David Y Betsabé? 2 Samuel 13:24

El capítulo 13 del segundo libro de Samuel nos relata la triste historia de la muerte del bebé que nació de la relación adúltera entre David y Betsabé, la esposa de Urías el hitita. Este hecho ha sido motivo de muchas preguntas y dudas a lo largo de la historia.

¿Por qué Dios permitió que el inocente pagara por el pecado de los culpables? ¿No fue una injusticia divina? ¿No contradice el amor y la bondad de Dios? En este artículo, vamos a intentar dar una respuesta lógica y razonable a estas cuestiones.

Contexto histórico y cultural de la muerte del bebé

Para comprender el porqué de la muerte del bebé, debemos situarnos en el contexto histórico y cultural en el que ocurrió. Estamos en el tiempo de los reyes de Israel, unos mil años antes de Cristo. La sociedad era patriarcal y monárquica, y se regía por la ley mosaica, que era el código legal y religioso que Dios había dado a su pueblo por medio de Moisés.

La ley mosaica establecía claramente las normas morales y las sanciones para los que las transgredían. Entre ellas, se encontraba la prohibición del adulterio, que era considerado un pecado grave contra Dios y contra el prójimo. La pena para el adúltero y la adúltera era la muerte por lapidación (Levítico 20:10).

David, como rey de Israel, era el máximo representante de Dios en la tierra y el responsable de hacer cumplir su ley. Sin embargo, él mismo violó esa ley al cometer adulterio con Betsabé y al ordenar la muerte de su esposo Urías. Con esto, David no solo pecó contra Dios y contra Urías, sino también contra todo su pueblo, al que debía dar ejemplo y justicia.

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Dios no podía dejar impune este pecado tan grave. Si lo hubiera hecho, habría sido injusto con Urías y con todos los que habían sido fieles a su ley. Habría deshonrado su santo nombre y habría desacreditado su autoridad. Habría fomentado la impunidad y el desorden en su pueblo. Por eso, Dios envió al profeta Natán a reprender a David y a anunciarle su castigo:

“Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol” (2 Samuel 12:11-12).

Además, le dijo que el hijo que le había nacido a Betsabé moriría. Esta fue la forma que Dios escogió para ejecutar la pena de muerte que correspondía al adulterio. Fue una forma de respetar la vida de David y Betsabé, que se habían arrepentido sinceramente de su pecado (Salmo 51), pero también de hacerles sentir el dolor de su falta. Fue una forma de mostrarles que el pecado tiene consecuencias y que nadie puede burlarse de Dios.

¿Por qué Dios mató al bebé de David y Betsabé?

La muerte del bebé no fue un acto arbitrario o caprichoso de Dios. Tampoco fue un acto cruel o vengativo. Fue un acto justo y misericordioso, que tenía un propósito divino detrás. ¿Cuál era ese propósito?

En primer lugar, el propósito de la muerte del bebé era corregir a David y Betsabé. Dios los amaba y quería restaurar su relación con él. Pero para eso, debían reconocer su pecado y arrepentirse de él. La muerte del bebé fue una forma de hacerles ver la gravedad de su ofensa y de llevarlos al quebrantamiento y a la humillación. Fue una forma de disciplinarlos, como un padre disciplina a sus hijos, para que aprendan la lección y no vuelvan a caer en el mismo error.

Dios también quiso purificar a David y Betsabé. El Señor los perdonó y los limpió de su culpa, pero no podía dejar que el fruto de su pecado permaneciera. El bebé era un recordatorio constante de su falta y un obstáculo para su comunión con Dios. Al quitarles el niño, les quitó también el peso de su vergüenza y les dio la oportunidad de empezar de nuevo. Les dio la posibilidad de tener otro hijo juntos, que sería Salomón, el cual fue amado por Dios y elegido para ser rey de Israel y constructor del templo.

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Otro propósito de la muerte del bebé era glorificar a Dios. Dios demostró su santidad y su justicia al castigar el pecado de David y Betsabé. Pero también demostró su amor y su gracia al perdonarlos y bendecirlos. El Señor mostró su soberanía y su sabiduría al hacer que todo lo que pasó fuera parte de su plan para la salvación del mundo. Porque de la descendencia de David y Betsabé nació Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios, que murió por nuestros pecados y resucitó para darnos vida eterna.

Conclusión

La muerte del bebé de David y Betsabé fue un hecho doloroso, pero también lleno de sentido. Nos revela el carácter de Dios, que es santo, justo, amoroso, misericordioso, soberano y sabio. Nos enseña sobre el pecado y sus consecuencias, sobre el arrepentimiento y el perdón, sobre la disciplina y la restauración, sobre la gracia y la esperanza. Por otro lado, nos invita a examinar nuestra propia vida y a confesar nuestros pecados ante Dios.