En Medio De Las Dificultades Podemos Alegrarnos En La Esperanza De La Vida Eterna

La vida cristiana no está exenta de dificultades, sufrimientos y pruebas. Al contrario, Jesús nos advirtió que en el mundo tendríamos aflicción (Juan 16:33). Sin embargo, también nos prometió que él había vencido al mundo y que estaría con nosotros todos los días hasta el fin (Mateo 28:20). Por eso, en medio de las dificultades podemos alegrarnos en la esperanza de la vida eterna, que Dios nos ha dado por medio de su Hijo Jesucristo.

Índice
  1. ¿Qué son las dificultades?
  2. ¿Cómo podemos alegrarnos?
  3. ¿En qué esperamos?
  4. Conclusión

¿Qué son las dificultades?

Las dificultades son situaciones adversas que nos causan dolor, angustia o desánimo. Estas pueden ser de diferentes tipos, como enfermedades, pérdidas, persecuciones, conflictos, tentaciones, entre otros. Las dificultades pueden provenir de diferentes fuentes, como el pecado, el diablo, el mundo o nosotros mismos.

En medio de las dificultades podemos alegrarnos

Las dificultades pueden tener diferentes propósitos, como castigo, corrección, prueba o perfección. Las dificultades son inevitables para los cristianos, porque vivimos en un mundo caído, donde el mal y la muerte todavía reinan. Pablo dice:

“Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:22-23).

Las dificultades son temporales para los cristianos, porque tenemos la esperanza de que Dios hará nuevas todas las cosas y acabará con el mal y la muerte para siempre. Juan dice:

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“Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Y enjugará Dios toda lágrima de sus ojos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:1-4).

¿Cómo podemos alegrarnos?

Alegrarnos significa experimentar gozo, satisfacción o placer. Alegrarnos no significa negar o ignorar las dificultades, sino verlas desde una perspectiva diferente. Alegrarnos no significa fingir o forzar una emoción positiva, sino recibir un don sobrenatural. Alegrarnos no significa depender de las circunstancias externas, sino de la realidad interna.

Alegrarnos es posible para los cristianos, porque tenemos al Espíritu Santo en nosotros, que produce el fruto del gozo (Gálatas 5:22). El gozo es una actitud del corazón que se basa en la confianza en Dios y en sus promesas.

Se trata de una expresión de la fe que se manifiesta en la alabanza a Dios y en el agradecimiento por sus obras. También es una fuerza que nos ayuda a resistir y a vencer las dificultades. Alegrarnos es un mandato para los cristianos, porque refleja el carácter de Dios y el testimonio del evangelio. Pablo dice:

“Estad siempre gozosos” (1 Tesalonicenses 5:16).

Jesús dice:

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“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos” (Mateo 5:11-12).

Pedro dice:

“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pedro 4:12-13).

Alegrarnos es un beneficio para los cristianos, porque nos trae paz, consuelo y esperanza. Pablo dice:

“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:4-7).

¿En qué esperamos?

Esperar significa tener la confianza o la certeza de que algo va a suceder o se va a cumplir. Esperar no significa tener una ilusión o una fantasía, sino una convicción o una garantía. Tampoco implica tener una actitud pasiva o resignada, sino una actitud activa y expectante. No se trata de tener una duda o una incertidumbre, sino una seguridad y una firmeza.

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Esperamos en Dios, porque él es fiel, poderoso y amoroso. Él es fiel, porque cumple todas sus promesas y no miente ni cambia. Él es poderoso, porque puede hacer todas las cosas y nada le es imposible. Él es amoroso, porque nos ama con un amor eterno e incondicional y quiere lo mejor para nosotros.

Esperamos en Cristo, porque él es nuestro Salvador, Señor y Rey. Él es nuestro Salvador, porque murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Él es nuestro Señor, porque vive en nosotros y nos guía por su palabra y su Espíritu. Él es nuestro Rey, porque reina sobre todo y volverá para establecer su reino.

Esperamos en la vida eterna, porque es el don de Dios para los que creen en su Hijo Jesucristo. La vida eterna es más que una duración infinita, es una calidad de vida que implica comunión con Dios, gozo, paz, amor y gloria. Esta comienza en el momento de la conversión, cuando el Espíritu Santo nos regenera y nos da una nueva naturaleza. Se manifiesta en el presente por medio de la fe, la obediencia y el fruto del Espíritu. La vida eterna se consumará en el futuro, cuando Cristo vuelva y nos transforme a su imagen.

Conclusión

En medio de las dificultades podemos alegrarnos en la esperanza de la vida eterna, que Dios nos ha dado por medio de su Hijo Jesucristo. Las dificultades son inevitables para los cristianos, pero también son temporales.

Alegrarnos es posible para los cristianos, pero también es un mandato y un beneficio. Esperamos en Dios, en Cristo y en la vida eterna. Esta alegría y esta esperanza debe fortalecernos para enfrentar las dificultades con fe y valor, sabiendo que Dios obra todas las cosas para bien de los que le aman (Romanos 8:28).

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