Él Debe Aumentar Y Yo Debo Disminuir. Significado - Juan 3:30 RVR
Jesús dijo que Juan el Bautista era el ser humano más grande que jamás haya existido porque anunció la venida de Jesucristo como el Mesías que salvaría a los pueblos del mundo y redimiría sus pecados. El ministerio de Juan no tenía que ver con su propia gloria, sino con la gloria del Hijo de Dios haciendo la voluntad del Padre.
A medida que el ministerio terrenal de Jesús se hizo más conocido, el ministerio de Juan comenzó a declinar, y algunos de sus seguidores se cuestionaron si debían o no seguir las enseñanzas de Jesús. Juan colocó firmemente a Jesús en primer lugar, y dijo a la gente en Juan 3:30: "Es necesario que él crezca, pero que yo disminuya". Esta afirmación de Juan el Bautista tiene una explicación sencilla con profundas implicaciones para nosotros hoy.
El papel de Juan el Bautista en el ministerio de Jesús
Juan el Bautista cumplió una profecía del Antiguo Testamento que preveía una figura que precedería al Mesías y prepararía al pueblo para su llegada. El ministerio de Juan y su bautismo de arrepentimiento debían anunciar la llegada del Cristo, el prometido para redimir al pueblo de Israel y restaurar el reino de Dios en la tierra.
Sin embargo, algunos pensaban que el propio Juan era el Mesías. Al fin y al cabo, había proclamado públicamente el reino de Dios e instado al pueblo a arrepentirse de sus pecados. Cuando le preguntaron si era realmente el Mesías, lo negó rotundamente y dijo que en su lugar señalaría al verdadero Cristo.
Su mensaje se cumplió finalmente cuando Jesús vino a ser bautizado; Juan dijo a la gente que Jesús era el que iba a quitar los pecados del mundo. Juan no era el que ellos esperaban, pero era el mensajero designado por Dios.
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A medida que Jesús se hacía más famoso entre la gente, ésta empezó a acudir a él. Esto era común para algunos rabinos u otros maestros que querían ser seguidos por el público, y las palabras de Jesús tenían gran autoridad, al igual que los signos y maravillas que realizaba.
Muchos de los discípulos de Juan empezaron a seguir a Jesús directamente después de que Juan proclamara públicamente que Jesús era aquel del que había estado hablando. Andrés, uno de los doce discípulos de Jesús, dejó el ministerio de Juan el Bautista y llevó a su hermano Pedro y a sus amigos Santiago y Juan a seguir a Jesús.
Estos discípulos y otros estaban bautizando en nombre de Jesús, justo al lado del río donde Juan continuaba su ministerio y sus enseñanzas públicas sobre el Mesías. Algunos se preguntaban si su bautismo era válido o no, ya que Juan llevaba más tiempo bautizando y este joven rabino parecía robarle la autoridad a Juan. La respuesta de Juan es un modelo importante para nosotros.
Mantuvo su postura de no ser nunca el centro de atención de todos. Entonces se presentó como uno de los amigos del novio que esperaba a su novia; Juan enseñó que el papel del padrino (o amigo del novio) es simplemente celebrar la alegría de los esposos, no reclamar ninguna gloria para sí mismo. Entonces hizo la ya famosa afirmación: "Él debe aumentar, pero yo debo disminuir".
Juan reconoce que nunca estuvo destinado a ser el centro de atención. El pueblo ya no tenía que esperar la llegada del Mesías prometido, ¡estaba allí con ellos! Juan estaba encantado de salir del centro de atención y redirigir a la gente hacia Jesús. Sabía que eso era lo que Dios le pedía, y se sometió de buen grado al plan que Dios tenía para él.
Ahora que Jesús había comenzado a enseñar públicamente y a acercarse a su muerte en la cruz -que era la razón y el propósito de su venida a la tierra- Juan tuvo que pasar a un segundo plano y darle toda la gloria. Su papel era mostrar a los demás a Jesús desinteresadamente y no quedarse con nadie para sí mismo, sino dar toda la gloria a Dios.
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Cuando El Enemigo Entra Como Un Diluvio Significado - Isaías 59:19 RVREntonces, ¿Cómo podemos aplicar la lección de Juan a nuestras propias vidas?
La respuesta es sencilla: no se trata de nosotros. Ningún trabajo o servicio por nuestra parte puede ser mayor que el trabajo que Jesús hace en los corazones y las vidas de los que salva. El mensaje de Dios nunca debe ser oscurecido o distorsionado por un mensaje de nuestra propia creación.
Se nos ordena que dejemos que la luz del Evangelio brille con fuerza, y que demos a Dios toda la gloria y la alabanza por lo que ha hecho. Cada parte de nuestra vida debe alabar al Señor. La adoración no es sólo cantar canciones el domingo por la mañana; es proclamar la bondad y la misericordia del Padre a través de nuestras palabras y acciones.
Cuando lo hacemos con el corazón y la motivación adecuados, no nos preocupa quién se fija en nosotros en el trabajo. En cambio, nuestra única preocupación es que los demás vean a Dios trabajando a través de nosotros. Dios puede utilizar a cualquiera para cumplir su voluntad. Él nos da gentilmente un papel que desempeñar, y nos bendice haciéndonos sus mensajeros de la buena nueva de la salvación y la redención.
Sin embargo, cuando desviamos la atención de la gente del evangelio hacia nosotros mismos, nuestros ministerios, nuestros edificios, nuestras habilidades o nuestro mensaje, distraemos la gloria de Dios y hacemos que la gente nos mire a nosotros primero. Esto no es lo que predicaba Juan, y no es el ejemplo que vivieron los discípulos después de que Jesús ascendiera al cielo y les encargara llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra.
Agradece la próxima vez que Dios te dé la oportunidad de hablar en su nombre, pero no te lleves el mérito ni la gloria. En cambio, busca aumentar el poder de Dios que fluye a través de ti y disminuye tu propia gloria para no distraer del amor del Padre.
Estudio bíblico sobre Juan 3:30
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