¿Las Almas De Los Bebés Abortados Van Al Cielo?

El aborto es un acto gravemente pecaminoso que atenta contra la vida humana creada por Dios a su imagen y semejanza. La Iglesia enseña que todo ser humano tiene un alma inmortal desde el momento de su concepción, y que solo Dios tiene el poder de dar y quitar la vida. Por tanto, el aborto es una ofensa contra Dios y contra el prójimo.

Pero ¿Qué pasa con las almas de los bebés abortados? ¿Tienen alguna esperanza de salvación? ¿Pueden ir al cielo? Estas son preguntas difíciles que no tienen una respuesta definitiva en la biblia ni en la tradición cristiana. Sin embargo, podemos reflexionar sobre algunos principios bíblicos y teológicos que nos ayuden a iluminar este tema.

Las almas de los bebés abortados van al cielo

Índice
  1. La misericordia de Dios
  2. La inocencia de los bebés
  3. La voluntad de los padres
  4. Conclusión

La misericordia de Dios

Lo primero que debemos tener en cuenta es que Dios es amor y misericordia, y que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4). Dios no se complace en la muerte del pecador, sino en que se convierta y viva (Ezequiel 18:23). Dios no hace acepción de personas, sino que juzga a cada uno según sus obras (Romanos 2:6-11).

Por tanto, podemos confiar en que Dios tiene un plan de salvación para todos los seres humanos, incluso para aquellos que no han tenido la oportunidad de conocerlo ni de recibir el bautismo. Dios no está limitado por los sacramentos, sino que puede actuar de formas misteriosas e invisibles para comunicar su gracia a quienes la necesitan.

La inocencia de los bebés

Lo segundo que debemos tener en cuenta es que los bebés abortados son inocentes, es decir, no han cometido ningún pecado personal ni han rechazado voluntariamente a Dios. Aunque nacen con el pecado original, que es la condición de debilidad y desorden que afecta a toda la humanidad por la caída de Adán y Eva, este pecado no les impide recibir el amor de Dios ni ser objeto de su misericordia.

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La biblia nos muestra varios ejemplos de niños que fueron bendecidos por Dios antes o después de nacer, como Isaac (Génesis 17:19), Jacob (Génesis 25:23), Sansón (Jueces 13:5), Samuel (1 Samuel 1:20), Juan el Bautista (Lucas 1:15) y Jesús (Lucas 1:35). También nos muestra cómo Jesús acogió a los niños y les aseguró el reino de los cielos (Mateo 19:14).

Por tanto, podemos esperar que Dios tenga una especial predilección por los bebés abortados, que son víctimas inocentes de una injusticia atroz. Podemos creer que Dios les concede el perdón del pecado original y les abre las puertas del cielo, donde pueden gozar de su presencia y de su gloria.

La voluntad de los padres

Los padres tienen una responsabilidad moral y espiritual sobre sus hijos, y que pueden influir en su destino eterno con sus actos y sus oraciones. La biblia nos enseña que los padres deben educar a sus hijos en el temor de Dios y en el cumplimiento de sus mandamientos (Deuteronomio 6:6-7), y que deben bautizarlos para incorporarlos a la Iglesia y al cuerpo de Cristo (Hechos 2:38-39).

Sin embargo, también sabemos que muchos padres no cumplen con este deber, ya sea por ignorancia, por indiferencia o por maldad. Algunos padres incluso deciden abortar a sus hijos, negándoles el derecho a la vida y al bautismo. ¿Qué pasa entonces con las almas de estos bebés? ¿Están condenados por culpa de sus padres?

Aquí debemos recordar que Dios respeta la libertad humana, pero también la supera con su gracia. Dios puede salvar a los hijos a pesar de los pecados de los padres, y puede perdonar a los padres si se arrepienten y se convierten. Dios puede suplir lo que falta al bautismo con otros medios de salvación, como el deseo implícito, el bautismo de sangre o el bautismo de deseo.

Por tanto, podemos suponer que Dios tiene en cuenta la voluntad de los padres, tanto para bien como para mal, pero que no la deja determinar el destino eterno de sus hijos. El Señor ofrece a los bebés abortados la posibilidad de aceptar o rechazar su amor, según la luz de su conciencia y el testimonio de su creación. Dios consuela a los padres que sufren por haber perdido o abortado a sus hijos, y que les invita a reconciliarse con él y con ellos.

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Conclusión

De acuerdo a lo que se expone en la religión católica, no podemos afirmar con certeza qué pasa con las almas de los bebés abortados puesto que no llevan el bautismo y están contaminados por el pecado original. Sin embargo, podemos confiar en la bondad y la justicia de Dios, que quiere lo mejor para sus criaturas.

Si nos vamos al punto de vista cristiano evangélico, se trata de un inocente que no ha cometido pecado, por lo cual, no tiene culpa alguna para ser condenado, por lo cual, seguramente van al cielo. De cualquier manera, tenemos la responsabilidad de orar por ellos y por sus padres, y pedirles que intercedan por nosotros.

Podemos defender la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, y proclamar el evangelio de la vida a todos los hombres. Algún día veremos a Dios cara a cara, y él enjugará toda lágrima de nuestros ojos (Apocalipsis 21:4).

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