La Pelea Entre David Y Goliat: Una Lección De Fe Y Confianza En Dios
La Biblia nos relata en el libro de 1 Samuel 17 una de las historias más conocidas y fascinantes de todo el Antiguo Testamento: la pelea entre David y Goliat. Esta historia nos muestra cómo un joven pastor de ovejas se enfrentó con valentía y fe a un gigante guerrero que desafiaba al pueblo de Dios. A través de este relato podemos aprender varias lecciones sobre la fe y la confianza en Dios que podemos aplicar a nuestra vida cristiana.
¿Quiénes eran David y Goliat?
David era el hijo menor de Isaí, un hombre de Belén de Judá. Tenía siete hermanos mayores que habían ido a la guerra con el rey Saúl contra los filisteos, un pueblo pagano que era enemigo de Israel. David se quedó en casa cuidando las ovejas de su padre, pero un día fue enviado por él a llevar víveres a sus hermanos y a ver cómo estaban.
Goliat era un paladín de los filisteos, es decir, un guerrero destacado y temible. Era de Gat, una de las cinco ciudades principales de los filisteos. Tenía una altura de casi tres metros y llevaba una impresionante armadura de bronce que pesaba unos 55 kilos. También tenía una lanza con una punta de hierro que pesaba unos siete kilos.
¿Qué pasó entre David y Goliat?
Los ejércitos de Israel y de los filisteos se habían enfrentado en el valle de Ela, cada uno en un monte opuesto, con el valle entre ellos. Durante cuarenta días, Goliat salía cada mañana y cada tarde a desafiar a los israelitas, diciéndoles:
Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. (1 Samuel 17:8-9)
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Nadie se atrevía a aceptar el reto de Goliat, ni siquiera el rey Saúl, que era el más alto y valiente de Israel. Todos tenían miedo del gigante filisteo. Cuando David llegó al campamento, oyó las palabras de Goliat y se indignó de que nadie defendiera el honor de Dios y de su pueblo.
Se ofreció voluntariamente a pelear contra él, confiando en que Dios le daría la victoria. Saúl al principio no quiso dejarlo ir, pues lo veía como un muchacho inexperto e indefenso. Pero David le contó cómo había matado a un león y a un oso que habían atacado a sus ovejas, y le dijo:
Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. (1 Samuel 17:37)
Saúl entonces le dio su bendición y le puso su armadura y su espada, pero David no se sintió cómodo con ellas y se las quitó. En cambio, tomó su cayado, su honda y cinco piedras lisas del arroyo. Cuando Goliat vio a David acercarse, lo menospreció por su aspecto juvenil y lo insultó por venir con un palo. Le dijo:
¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. (1 Samuel 17:43)
David le respondió:
Mira TambiénLa Historia Del Centurión Romano Cornelio Según La BibliaTú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos. (1 Samuel 17:45-47)
Entonces Goliat se levantó y se acercó a David, y David corrió hacia él. Con su honda lanzó una piedra que le dio en la frente a Goliat y lo hizo caer al suelo. David se acercó al gigante, tomó su espada y le cortó la cabeza. Al ver los filisteos que su paladín había muerto, huyeron despavoridos. Los israelitas los persiguieron y los derrotaron. David llevó la cabeza de Goliat a Jerusalén y sus armas las guardó en su tienda.
¿Qué podemos aprender de la pelea entre David y Goliat?
La pelea entre David y Goliat nos enseña varias lecciones sobre la fe y la confianza en Dios que podemos aplicar a nuestra vida cristiana:
- Dios puede usar a las personas más humildes e inesperadas para cumplir sus propósitos. David era el menor de sus hermanos, un pastor de ovejas sin experiencia militar ni renombre. Sin embargo, Dios lo había escogido para ser el próximo rey de Israel y lo había ungido con su Espíritu. Dios no mira la apariencia externa, sino el corazón (1 Samuel 16:7). Dios puede usar a cualquiera que se ponga a su disposición y que tenga un corazón dispuesto a obedecerle y a honrarle.
- El Señor es más grande que cualquier gigante que nos amenace. Goliat era un gigante físico que causaba terror entre los israelitas. Pero David lo vio como un enano espiritual que desafiaba al Dios vivo. David sabía que Dios era más grande que cualquier problema o adversidad que pudiera enfrentar. Así como David venció a Goliat con una piedra, Jesús venció al diablo con la cruz. Jesús nos ha dado autoridad sobre todo poder del enemigo (Lucas 10:19). No tenemos que temer a nada ni a nadie, sino confiar en el poder de Dios que obra en nosotros.
- Dios nos da las armas adecuadas para cada batalla. David no usó la armadura ni la espada de Saúl, sino su cayado, su honda y unas piedras. Eran las armas con las que él estaba familiarizado y con las que había practicado. Se trataba de las armas que Dios le había dado para enfrentar al gigante. Dios nos ha dado también a nosotros armas espirituales para pelear contra las fuerzas del mal: la Palabra de Dios, la oración, la fe, el amor, la esperanza, entre otras. (Efesios 6:10-18). No tenemos que imitar las armas del mundo, sino usar las armas que Dios nos ha dado según nuestra identidad y vocación.
Conclusión
La pelea entre David y Goliat es una historia inspiradora que nos muestra cómo un joven pastor de ovejas derrotó a un gigante guerrero con la ayuda de Dios. Esta historia nos enseña a confiar en el poder de Dios, a no temer a los problemas o adversidades que nos amenacen, y a usar las armas espirituales que Dios nos ha dado para cada batalla. Así como David honró a Dios con su fe y su valentía, nosotros también podemos honrarlo con nuestra vida y nuestro testimonio.
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