La Oración Es Nuestra Conexión Directa Con Dios

La oración es nuestra conexión directa con Dios. Se trata de la comunicación o el diálogo que tenemos con Dios por medio de su Espíritu Santo, de su palabra y de su nombre. La oración es una forma de adorar a Dios, de honrarle y de glorificarle. Es una respuesta de fe, de amor y de obediencia a Dios. Cuando hablamos de oración, nos referimos a una bendición para nosotros, porque nos acerca a Dios, nos llena de su presencia y nos transforma a su imagen.

Índice
  1. ¿Qué es la oración?
  2. ¿Por qué debemos hacer una oración?
  3. ¿Cómo se debe realizar la oración?
  4. Conclusión

¿Qué es la oración?

La oración es la comunicación o el diálogo que tenemos con Dios por medio de su Espíritu Santo, de su palabra y de su nombre. Se trata de monólogo o un soliloquio, sino una conversación o un intercambio. La oración no es una fórmula o un ritual, sino una relación o una comunión. No se trata de una obligación o un deber, sino de un privilegio o un placer.

La oración es nuestra conexión directa con Dios

La oración se realiza por medio de tres elementos: el Espíritu Santo, la palabra y el nombre. El Espíritu Santo es el agente o el facilitador de la oración, que nos ayuda, nos guía y nos enseña a orar. El Espíritu Santo nos inspira, nos convence y nos intercede en la oración. Pablo dice:

“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).

La palabra es la fuente o el fundamento de la oración, que nos revela, nos instruye y nos corrige en la oración. La palabra nos revela la voluntad, el carácter y las promesas de Dios. La palabra nos instruye sobre cómo, cuándo y por qué orar. La palabra nos corrige cuando oramos mal, con egoísmo o con incredulidad. Jesús dijo:

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“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).

El nombre es el medio o el recurso de la oración, que nos da autoridad, confianza y acceso a Dios. El nombre representa la persona, el carácter y la obra de Dios. El nombre nos da autoridad para pedir en su nombre lo que él quiere y puede hacer. Este nos da también confianza para pedir en su nombre lo que él ha prometido y garantizado. El nombre nos da acceso para pedir en su nombre lo que él ha provisto y preparado. Jesús dijo:

“Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Juan 14:13).

¿Por qué debemos hacer una oración?

Debemos orar porque Dios nos manda a hacerlo, porque Dios nos invita a hacerlo y porque Dios nos bendice al hacerlo. Orar es un mandato de Dios, que expresa su voluntad y su autoridad. Se trata de una invitación de Dios, que expresa su amor y su gracia. Orar es una bendición de Dios, que expresa su poder y su gloria.

Dios quiere que tengamos comunión con él, que le honremos como nuestro Señor y que le reconozcamos como nuestro Padre. Él quiere que le expresemos nuestra adoración, nuestra gratitud y nuestra dependencia. Él quiere que le presentemos nuestras necesidades, nuestras peticiones y nuestras gracias. Pablo dice:

“Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17).

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Debemos orar porque Dios nos invita a hacerlo. Él desea tener intimidad con nosotros, que le conozcamos como nuestro Amigo y que le amemos como nuestro Salvador. Él desea escucharnos cuando le hablamos con sinceridad, con confianza y con humildad. Él desea hablarnos cuando le escuchamos con atención, con respeto y con obediencia. Jesús dijo:

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

Necesitamos orar porque Dios nos bendice al hacerlo. Él nos da su presencia, su paz y su poder cuando oramos. Él nos da su presencia, que nos llena de su gozo, de su consuelo y de su sabiduría. Él nos da su paz, que nos guarda de la ansiedad, del temor y del conflicto. Él nos da su poder, que nos capacita para vencer el pecado, el diablo y el mundo. Santiago dice:

“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Santiago 4:2).

¿Cómo se debe realizar la oración?

Debemos realizar la oración con fe, con humildad y con perseverancia. La fe es la confianza o la certeza de que Dios existe, de que Dios es bueno y de que Dios cumple sus promesas. La fe es la respuesta de nuestro corazón a la revelación, a la gracia y al poder de Dios. Se trata de la actitud de nuestro espíritu que se aferra a la palabra, a la voluntad y a la obra de Dios.

Debemos orar con fe porque sin fe es imposible agradar a Dios, porque sin fe no podemos recibir nada de Dios y porque sin fe no podemos vencer al enemigo. Sin fe es imposible agradar a Dios, porque él quiere que le creamos, que le confiemos y que le obedezcamos. Sin fe no podemos recibir nada de Dios, porque él quiere que le pidamos, que le busquemos y que le llamemos. Sin fe no podemos vencer al enemigo, porque él quiere que dudemos, que temamos y que desmayemos. Jesús dijo:

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“Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Marcos 11:24).

Debemos orar con humildad porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes, porque Dios conoce nuestro corazón y nuestras intenciones y porque Dios quiere que reconozcamos nuestra necesidad de él. La humildad es el reconocimiento de nuestra limitación, nuestra dependencia y nuestra necesidad de Dios. La humildad es la renuncia a nuestro orgullo, nuestra autosuficiencia y nuestra rebeldía. La humildad es la sumisión a la autoridad, la sabiduría y la voluntad de Dios.

Debemos orar con perseverancia porque Dios quiere probar nuestra fe, porque Dios quiere enseñarnos su paciencia y porque Dios quiere concedernos su bendición. La perseverancia es la constancia o la firmeza en la oración, sin desmayar, sin rendirse o sin desistir. La perseverancia es la respuesta de nuestra voluntad a la fidelidad, a la bondad y al poder de Dios. La perseverancia es la actitud de nuestro carácter que se fortalece, se madura y se perfecciona en la oración.

Conclusión

La oración es nuestra conexión directa con Dios. Él es el que nos escucha cuando le hablamos con fe, con humildad y con perseverancia. El Señor es el que nos habla cuando le escuchamos con atención, con respeto y con obediencia. Él es el que nos bendice cuando le pedimos con sinceridad, con confianza y con gratitud.

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