¿Qué Significa Que Jesús Cumplió La Ley, Pero No La Abolió?

La ley de Dios es el conjunto de mandamientos, preceptos y normas que Él reveló a su pueblo Israel a través de Moisés y los profetas. La ley tiene como propósito mostrar la voluntad de Dios para sus hijos, revelar el pecado y la necesidad de salvación, y conducir a Cristo como el único mediador entre Dios y los hombres (Romanos 3:20; Gálatas 3:24).

Sin embargo, la ley no puede salvar a nadie, porque nadie puede cumplirla perfectamente. Todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Por eso, Dios envió a su Hijo Jesucristo, quien nació bajo la ley, pero vivió sin pecado, cumpliendo toda la justicia de Dios (Gálatas 4:4; Mateo 3:15).

Jesús cumplió la ley pero no la abolió

Jesús murió en la cruz para pagar el precio de nuestros pecados y resucitó al tercer día para darnos vida eterna (1 Corintios 15:3-4). Así, Jesús es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree (Romanos 10:4).

Índice
  1. Jesús cumplió la ley moral
  2. Jesús cumplió la ley ceremonial
  3. Jesús cumplió la ley civil
  4. Conclusión

Jesús cumplió la ley moral

La ley moral es la expresión del carácter santo y justo de Dios. Se resume en los diez mandamientos y en el mandamiento de amar a Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerza, y al prójimo como a uno mismo (Éxodo 20:1-17; Marcos 12:29-31). La ley moral es eterna e inmutable, porque refleja la naturaleza de Dios, que no cambia (Malaquías 3:6; Santiago 1:17).

Jesús cumplió la ley moral en dos sentidos: por un lado, obedeció todos los mandamientos de Dios en su vida terrenal, sin cometer ningún pecado (Hebreos 4:15; 1 Pedro 2:22). Por otro lado, cumplió el propósito de la ley moral, que es llevarnos a reconocer nuestra culpa y nuestra necesidad de un Salvador (Lucas 24:44; Juan 5:39).

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Jesús dijo que no vino a abolir la ley moral, sino a cumplirla (Mateo 5:17). Él no anuló ni modificó ningún mandamiento, sino que los explicó con mayor profundidad y los aplicó al corazón y a las intenciones, no solo a las acciones externas (Mateo 5:21-48).

Jesús cumplió la ley ceremonial

La ley ceremonial es el conjunto de ritos, sacrificios, fiestas y ordenanzas que regulaban el culto y la adoración a Dios en el antiguo pacto. La ley ceremonial tenía como propósito mostrar la santidad de Dios, la impureza del pecado y la necesidad de expiación y purificación. La ley ceremonial también apuntaba simbólicamente a Cristo como el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29).

Jesús cumplió la ley ceremonial en dos sentidos: por un lado, participó de los ritos y las fiestas judías según la costumbre de su pueblo (Lucas 2:41-42; Juan 2:13; 7:10). Por otro lado, cumplió el propósito de la ley ceremonial, que es mostrar su obra redentora como el único sacrificio perfecto y definitivo por nuestros pecados (Hebreos 9:11-14; 10:1-18).

Jesús dijo que vino a dar su vida en rescate por muchos (Marcos 10:45). Él no abolió la ley ceremonial, sino que la hizo obsoleta al cumplir su sombra con su realidad (Colosenses 2:16-17).

Jesús cumplió la ley civil

La ley civil es el conjunto de normas y estatutos que regulaban la vida social, política y económica del pueblo de Israel en el antiguo pacto. La ley civil tenía como propósito mostrar la sabiduría y la justicia de Dios, proteger los derechos y deberes de los ciudadanos y mantener el orden y la paz en la nación.

La ley civil también reflejaba los principios morales de Dios para todas las culturas y épocas (Deuteronomio 4:5-8). Jesús cumplió la ley civil en dos sentidos: por un lado, respetó y honró a las autoridades civiles y religiosas de su tiempo, salvo cuando contradecían la voluntad de Dios (Mateo 17:24-27; 22:15-22; Juan 19:10-11).

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Por otro lado, cumplió el propósito de la ley civil, que es mostrar su reino y su justicia como el verdadero Rey de reyes y Señor de señores (Lucas 17:20-21; Apocalipsis 19:16). Jesús dijo que su reino no es de este mundo (Juan 18:36). Él no abolió la ley civil, sino que la trascendió al establecer un nuevo pacto basado en la gracia y la fe (Hebreos 8:6-13).

Conclusión

Jesús cumplió la ley, pero no la abolió. Él es el cumplimiento de toda la revelación de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Él es el centro y la clave de toda la Escritura. Él es el único camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). Los que creemos en Jesús estamos libres de la condenación de la ley, porque él pagó por nuestros pecados y nos dio su justicia (Romanos 8:1-4).

Sin embargo, él nos mandó a guardar sus mandamientos por amor a él (Juan 14:15). La ley no es nuestra salvación, pero sí nuestra guía. Los estatutos no son nuestra carga, sino nuestra bendición. No se trata de nuestra enemiga, sino de nuestra amiga, la que nos muestra cómo vivir para la gloria de Dios y el bien de nuestro prójimo, la que nos enseña cómo ser más como Jesús.

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