La Oración Es Nuestra Conexión Directa Con Dios
La oración es nuestra conexión directa con Dios. Se trata de la comunicación o el diálogo que tenemos con Dios por medio de su Espíritu Santo, de su palabra y de su nombre. La oración es una forma de adorar a Dios, de honrarle y de glorificarle. Es una respuesta de fe, de amor y de obediencia a Dios. Cuando hablamos de oración, nos referimos a una bendición para nosotros, porque nos acerca a Dios, nos llena de su presencia y nos transforma a su imagen.
¿Qué es la oración?
La oración es la comunicación o el diálogo que tenemos con Dios por medio de su Espíritu Santo, de su palabra y de su nombre. Se trata de monólogo o un soliloquio, sino una conversación o un intercambio. La oración no es una fórmula o un ritual, sino una relación o una comunión. No se trata de una obligación o un deber, sino de un privilegio o un placer.
La oración se realiza por medio de tres elementos: el Espíritu Santo, la palabra y el nombre. El Espíritu Santo es el agente o el facilitador de la oración, que nos ayuda, nos guía y nos enseña a orar. El Espíritu Santo nos inspira, nos convence y nos intercede en la oración. Pablo dice:
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).
La palabra es la fuente o el fundamento de la oración, que nos revela, nos instruye y nos corrige en la oración. La palabra nos revela la voluntad, el carácter y las promesas de Dios. La palabra nos instruye sobre cómo, cuándo y por qué orar. La palabra nos corrige cuando oramos mal, con egoísmo o con incredulidad. Jesús dijo:
Mira TambiénLa Paciencia Es Una Virtud Que Dios Nos Enseña“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).
El nombre es el medio o el recurso de la oración, que nos da autoridad, confianza y acceso a Dios. El nombre representa la persona, el carácter y la obra de Dios. El nombre nos da autoridad para pedir en su nombre lo que él quiere y puede hacer. Este nos da también confianza para pedir en su nombre lo que él ha prometido y garantizado. El nombre nos da acceso para pedir en su nombre lo que él ha provisto y preparado. Jesús dijo:
“Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Juan 14:13).
¿Por qué debemos hacer una oración?
Debemos orar porque Dios nos manda a hacerlo, porque Dios nos invita a hacerlo y porque Dios nos bendice al hacerlo. Orar es un mandato de Dios, que expresa su voluntad y su autoridad. Se trata de una invitación de Dios, que expresa su amor y su gracia. Orar es una bendición de Dios, que expresa su poder y su gloria.
Dios quiere que tengamos comunión con él, que le honremos como nuestro Señor y que le reconozcamos como nuestro Padre. Él quiere que le expresemos nuestra adoración, nuestra gratitud y nuestra dependencia. Él quiere que le presentemos nuestras necesidades, nuestras peticiones y nuestras gracias. Pablo dice:
“Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17).
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Debemos orar porque Dios nos invita a hacerlo. Él desea tener intimidad con nosotros, que le conozcamos como nuestro Amigo y que le amemos como nuestro Salvador. Él desea escucharnos cuando le hablamos con sinceridad, con confianza y con humildad. Él desea hablarnos cuando le escuchamos con atención, con respeto y con obediencia. Jesús dijo:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
Necesitamos orar porque Dios nos bendice al hacerlo. Él nos da su presencia, su paz y su poder cuando oramos. Él nos da su presencia, que nos llena de su gozo, de su consuelo y de su sabiduría. Él nos da su paz, que nos guarda de la ansiedad, del temor y del conflicto. Él nos da su poder, que nos capacita para vencer el pecado, el diablo y el mundo. Santiago dice:
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Santiago 4:2).
¿Cómo se debe realizar la oración?
Debemos realizar la oración con fe, con humildad y con perseverancia. La fe es la confianza o la certeza de que Dios existe, de que Dios es bueno y de que Dios cumple sus promesas. La fe es la respuesta de nuestro corazón a la revelación, a la gracia y al poder de Dios. Se trata de la actitud de nuestro espíritu que se aferra a la palabra, a la voluntad y a la obra de Dios.
Debemos orar con fe porque sin fe es imposible agradar a Dios, porque sin fe no podemos recibir nada de Dios y porque sin fe no podemos vencer al enemigo. Sin fe es imposible agradar a Dios, porque él quiere que le creamos, que le confiemos y que le obedezcamos. Sin fe no podemos recibir nada de Dios, porque él quiere que le pidamos, que le busquemos y que le llamemos. Sin fe no podemos vencer al enemigo, porque él quiere que dudemos, que temamos y que desmayemos. Jesús dijo:
Mira TambiénLa Vida Eterna Es Nuestra Esperanza En Cristo“Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Marcos 11:24).
Debemos orar con humildad porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes, porque Dios conoce nuestro corazón y nuestras intenciones y porque Dios quiere que reconozcamos nuestra necesidad de él. La humildad es el reconocimiento de nuestra limitación, nuestra dependencia y nuestra necesidad de Dios. La humildad es la renuncia a nuestro orgullo, nuestra autosuficiencia y nuestra rebeldía. La humildad es la sumisión a la autoridad, la sabiduría y la voluntad de Dios.
Debemos orar con perseverancia porque Dios quiere probar nuestra fe, porque Dios quiere enseñarnos su paciencia y porque Dios quiere concedernos su bendición. La perseverancia es la constancia o la firmeza en la oración, sin desmayar, sin rendirse o sin desistir. La perseverancia es la respuesta de nuestra voluntad a la fidelidad, a la bondad y al poder de Dios. La perseverancia es la actitud de nuestro carácter que se fortalece, se madura y se perfecciona en la oración.
Conclusión
La oración es nuestra conexión directa con Dios. Él es el que nos escucha cuando le hablamos con fe, con humildad y con perseverancia. El Señor es el que nos habla cuando le escuchamos con atención, con respeto y con obediencia. Él es el que nos bendice cuando le pedimos con sinceridad, con confianza y con gratitud.
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