Cuando El Enemigo Entra Como Un Diluvio Significado - Isaías 59:19 RVR

El libro de Isaías puede ser difícil de comprender para los lectores modernos. Es más largo que cualquier otro libro del Antiguo Testamento, excepto los Salmos, y trata de juicios sobre una nación rebelde y pecadora, profecías de liberación inmediata y a largo plazo, promesas de un Mesías venidero y un sinfín de otros retos para los traductores y los estudiosos.

Dicho esto, Isaías es rico en lenguaje e imágenes que han resistido la prueba del tiempo. Es una fuente frecuente de consuelo y esperanza para millones de personas, y muchas figuras del Nuevo Testamento han vuelto a Isaías varias veces para señalar a Jesús como el Mesías prometido y el que cumplió muchas profecías sobre el que Dios enviaría para liberar a su pueblo. A pesar del mensaje general de juicio y castigo por sus pecados, los judíos reconocieron con razón el mensaje de Isaías como uno de esperanza y redención.

Isaías 59:19 es uno de esos versos. Dice: "El nombre del Señor será temido desde el oeste, y su gloria desde la salida del sol. Cuando el enemigo se acerque como un torrente, el Espíritu de Yahveh levantará un estandarte contra él". Este versículo pinta una rica imagen de Dios subiendo a defender a su pueblo contra probabilidades abrumadoras y un mal indecible.

Preparando la escena

Muchas de las palabras de Isaías tratan de la idolatría y el pecado que impregnaban profundamente el tejido social de Israel. Desde las alturas de la devoción y la bendición, el pueblo había caído presa del orgullo y había abandonado su amor a Dios. Se habían fracturado y a menudo se enzarzaban en guerras civiles entre ellos y también buscaban la protección de otras naciones que los invadían y oprimían.

Muchos profetas advirtieron de la ira venidera de Dios, pero fueron ahogados por otros falsos profetas que prometieron la victoria y la facilidad a los reyes y nobles; los mensajeros ordenados por Dios fueron ignorados, ridiculizados o golpeados y asesinados por su inquebrantable devoción a Dios.

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El propio Isaías tuvo un periodo de profecía activa más largo que muchos, ya que sirvió a cuatro reyes de Judea durante varias décadas. Su mensaje fue ardiente y predijo el desastre que se avecinaba si el pueblo no se apartaba de sus malos caminos y volvía al Dios que les había salvado y les había dado la tierra que ahora ocupaban. Pronunció juicios sobre Israel, así como sobre las naciones vecinas por su apostasía y disensión.

El capítulo 59 describe la separación que Israel había creado entre ellos y Dios. El poder y la fuerza de Dios nunca se pusieron en duda, pero Israel se había alejado tanto y había negado a Dios con tanta vehemencia que había emitido un veredicto de culpabilidad para sí mismo que no podía ser revertido. Dios no tuvo más remedio que traer el juicio y el desastre sobre ellos.

Sin embargo, al ver que su pueblo era destruido sin nadie que lo defendiera, Dios se apiadó de él y acudió a su rescate. Dios siempre ha prometido salvarlos del peligro, aunque lo hayan provocado ellos mismos. Dios se viste para la batalla y entra en la contienda, poderoso para derrotar a cualquier fuerza que encuentre.

Victoria frente al mal

La frase "cuando el enemigo venga como un diluvio" no era muy exagerada en la época en que Isaías profetizaba. El ejército de Israel era una fracción de su fuerza anterior, y las guerras civiles habían diezmado prácticamente a la población. Las tribus del norte ya habían sido llevadas cautivas por los asirios, y todas las naciones circundantes tenían los ojos puestos en la frágil Judá y en la fortaleza de Jerusalén.

El favor de Dios había abandonado al pueblo, muchos de sus reyes no acudían a Dios en busca de ayuda, y sus mensajeros eran expulsados de la ciudad por hablar mal del futuro de la nación. Pero el poder de Dios no se negaría. Las hordas de tropas enemigas que venían de todas partes pronto reconocerían por quién luchaban y quién salvaría y redimiría a Israel.

En este versículo se dice que los de oriente y occidente reconocerían el poder y la soberanía de Dios, lo que significa que la gente de todo el mundo temblaría de miedo ante el Todopoderoso. Dios se precipitará con esplendor y poder, y su estandarte (o bandera de combate colocada en lo alto del ejército para su identificación) ondeará en lo alto a la vista de todos.

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La salvación que viene

Tras un ciclo de maldiciones y promesas, este versículo da la vuelta a la tortilla en los últimos capítulos de Isaías al declarar que llegará el "día del Señor". Este día se entendía teóricamente como el momento en que el reino sería restaurado y cesaría toda opresión. El pueblo estaría a salvo de los invasores, volvería fielmente todo su corazón a Dios y lo establecería en la tierra y en sus corazones para siempre.

Podemos reclamar la preciosa promesa de este pasaje, y nosotros también podemos esperar el día del Señor. Como cristianos, también podemos reclamar la salvación prometida por el Mesías de Dios. Jesucristo, a quien Isaías prometió como Emanuel, Dios con nosotros, vino a morir en la cruz para pagar la pena por nuestros pecados, y ese pago se precipita para redimirnos y lavar nuestros pecados.

El poder de este sacrificio aplastará los ataques de Satanás y nos protegerá de la avalancha de maldad que nos rodea y nos tienta a la desesperación. Al leer hasta el final de Isaías, podemos estar seguros de que Dios restaurará a Israel y le concederá de nuevo su favor.

También nosotros podemos decir que esta profecía es para nosotros: todos somos herederos de Cristo y coherederos con los israelitas que reconocen a Jesús como el Cristo, y reinaremos con el Padre en el cielo y le adoraremos para siempre.

Cuando las tentaciones parecen rodearnos por todas partes y amenazan con arrollarnos como una inundación, podemos invocar a nuestro Padre celestial y confiar en que intervendrá, levantará su estandarte por encima de la refriega y nos librará del mal.

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